lunes, 17 de agosto de 2015

Análisis breve del Programa Jóvenes a la Obra, con el enfoque de género

ANÁLISIS BREVE DEL PROGRAMA JÓVENES A LA OBRA, CON EL ENFOQUE DE GÉNERO 



Por Juan Solórzano Arévalo


El enfoque de género es uno de los componentes que se analiza  últimamente en diversas acciones de gobierno para ver la real participación activa de las mujeres en general. En esta oportunidad revisando el accionar del Programa Social “Jóvenes a la Obra”, impulsado por el Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo del Perú, encontramos que hay una  participación importante de las mujeres en la ejecución  del programa, que no siempre se encuentra bien precisado en la mayoría de programas sociales.  Este programa fue creado por Decreto Supremo N° 013-2011-MTPE, y modificado por Decreto Supremo N° 004-2012-MTPE.

Descripción general del Programa:
Objetivos:
General:
Desarrollar y fortalecer las competencias laborales y de emprendimientos de los y las jóvenes de 15 años a 29 años de edad en situación de pobreza y pobreza extrema y facilitar a los mercados formales de éste público objetivo urbano y rural[1]

Específicos:
El programa tiene como objetivos específicos los siguientes:
Objetivo específico 1: Jóvenes de escasos recursos económicos y/o situación de vulnerabilidad, acceden a la capacitación técnica de nivel básico operativo alineada a la dinámica del mercado laboral.

Objetivo específico 2: Jóvenes de escasos recursos económicos y/o situación de vulnerabilidad del ámbito rural y urbano acceden a capacitación en gestión para el emprendimiento promoviendo el autoempleo emprendedor.

Componentes:
El Programa cuenta con dos componentes:

Componente 1: Jóvenes en situación de pobreza con capacitación técnica de nivel básico

A través de este componente se espera lograr:
ü  Lograr que los beneficiarios adquieran competencias que les permitan desempeñarse de manera dependiente en ocupaciones de nivel básico en el marcado laboral
ü  Lograr que los beneficiarios desarrollen competencias transversales y habilidades sociales que reflejen una actitud positiva durante el proceso de búsqueda de empleo que facilite la inserción laboral.




Componente 2: Jóvenes en situación de pobreza acceden a capacitación en emprendimiento

A través de este componente se espera lograr:
ü  Propiciar la generación de ideas de negocio
ü  Fortalecer y/o desarrollar las competencias emprendedoras de los beneficiarios.
ü  Promover la implementación inicial de los planes de negocio.


Análisis del Programa Social
·         Una de las primeras cuestiones que se tiene que tener en cuenta es si una intervención tiene el enfoque de género. En tal sentido revisando toda la documentación generado para la implementación del programa, encontramos que en el objetivo general, se menciona que esta intervención está dirigida a capacitar a los y las jóvenes de 15 a 29 años de edad, por lo que se asume que toda la implementación de las actividades estará regido por tener en cuenta cierta participación equitativa de ambos sexos.
·         En la Resolución de Dirección Ejecutiva N° 06-2012-MTPE “Procedimientos para las actividades de focalización y selección de los beneficiarios de la capacitación para el emprendimiento del Programa Nacional de Empleo Juvenil  “Jóvenes a la Obra”, se percibe que en todos los formatos, tanto de planificación, como de seguimiento, monitoreo e informes, hay indicaciones para anotar la identificación y participación de hombres y mujeres, en las actividades.
·         Según un informe de notas institucionales del año 2013, en las capacitaciones brindadas por la Universidad Nacional del Callao, los beneficiarios en su mayoría fueron mujeres (51%), provenientes de la Provincia Constitucional del Callao.
·         En el informe de notas institucionales del año 2013, se señala que en las capacitaciones brindadas por la Universidad Nacional de San Martín, del total de beneficiarios el 51% fueron mujeres (172) y el 48% fueron hombres (162).
·         En el año 2013, de los 20,042 beneficiarios 13,058 (65%) eran mujeres y 6984 eran hombres (35%).
·         En lo que se refiere a la población joven con discapacidad, en el año 2013 se tiene que de las 212 PCD atendidas a nivel nacional, 123 eran mujeres (58%) y 89 eran hombres (42%)[2].

Comentario a los datos presentados:
La situación laboral de las mujeres en el Perú, si bien es cierto que ha mejorado, aún sigue siendo desventajosa en relación al número de hombres empleados y los beneficios económicos y laborales que detentan estos. Por ello es destacable la intervención del Programa Social “Jóvenes a la Obra”, al promover una mayoritaria participación de las mujeres en las capacitaciones y por ende en su inserción laboral.
El Ministerio de Trabajo señala que “En general, la participación femenina en el mercado laboral urbano ha tenido un aumento importante en las últimas décadas, sobre todo en ocupaciones técnicas y servicios, la cual se explica por el incremento de los niveles promedio de formación educativa y capacitación de las mujeres” [3] sin embargo precisa además que esta participación está condicionada a factores familiares que tienen que ver con ¿quién tiene que trabajar? Y ¿quién tiene que quedarse al cuidado del hogar?, más aún influirá también el número de hijos en edad escolar, el hecho de si la mujer saldrá a buscar emplearse en el mercado laboral.
Otro dato interesante a destacar es que “la población femenina se concentra en la región de Lima (31,2 %), lo cual demuestra el grado de centralización de la población femenina en las regiones de Lima. Otras regiones con alta concentración de población femenina son Piura (6,1%), La Libertad (5,9%), Cajamarca (5,0%) y Puno (4,6%). Cabe destacar que el caso de Cajamarca es peculiar debido a que un porcentaje importante de su población femenina se encuentra ubicada en las zonas rurales (14,5%); mientras que en el área urbana Lima concentra el 39,9% de la población urbana del país” [4]

Pero a pesar de que la participación laboral de la mujer en el país ha aumentado, diversos estudios sostienen que la tasa de actividad es mayor en la de los hombres, esto debido a que persisten roles tradicionales al interior del hogar, que hacen que la mujer desempeñen roles no remunerados. “Las mujeres peruanas trabajan 9 horas con 15 minutos más que los hombres. En promedio, las mujeres dedican mucho más tiempo que los hombres al trabajo doméstico, así, mientras los hombres dedican 15 horas con 54 minutos a la semana a actividades no remuneradas, las mujeres destinan 39 horas con 28 minutos, es decir 24 horas con 14 minutos más que los hombres. En cambio, los hombres dedican en promedio más tiempo al trabajo remunerado que las mujeres, siendo la brecha de 14 horas con 19 minutos”[5]

A nivel de la población con discapacidad si bien es cierto que el programa Juntos, ha incluido en las capacitaciones a las personas con discapacidad, a nivel nacional “del total de personas de 14 años y más de edad con discapacidad, el 96,4% no ha estudiado algún curso que lo capacite para un mejor desempeño en el trabajo. Solo el 2,8% realizó tal actividad. No obstante el bajo porcentaje que ha recibido cursos de capacitación, se observa que éste es más alto en el caso de los varones (3,8%) que de las mujeres (2%)”[6]

La equidad de género en el campo laboral, aún dista de ser una realidad plena en el país, si bien es cierto que el Programa Social “Jóvenes a la Obra”, en sus capacitaciones muestra un alto porcentaje de mujeres participantes, aún por lo datos consignados sobre empleo en el Perú, las mujeres siguen siendo relegadas a un segundo plano, apreciando más bien que donde se nota mayor participación de la mujer en el ámbito laboral, es en sector informal de la economía y en el mantenimiento y reproducción de la vida en los hogares. Una sola intervención de un programa social, si no está articulado a otras intervenciones sociales del Estado, pierde eficacia y por ende no logra solucionar de una manera integral la brecha laboral entre hombres y mujeres.






[1] Informe Bimensual sobre Avances en la Generación de Empleo, Decreto Urgencia N° 058-2011
[2] Anuario Estadístico Sectorial del MTPE 2013.
[3] Informe Anual 2005, La Mujer en el Mercado Laboral Peruano.
[4] La Mujer en el Mercado Laboral Peruano, Informe Anual 2008, MTPE.
[5] Perú, Brechas de Género 2001-2013, INEI-Manuela Ramos
[6] Encuesta Nacional Especializada en Discapacidad 2012-INEI

domingo, 16 de agosto de 2015

¿Es posible aumentar el salarios mínimo vital de los trabajadores?



Progresistas y salarios

Por: Paul krugman


Hillary Clinton dio su primer gran discurso sobre economía el pasado lunes, y los progresistas se han mostrado satisfechos en general. Porque el mensaje primordial de Clinton ha sido que el Gobierno federal puede y debe usar su influencia para conseguir que aumenten los salarios.

Los conservadores, sin embargo —al menos los que han podido dejar de gritar “¡Bengasi! ¡Bengasi! ¡Bengasi!” durante el tiempo suficiente para prestar atención— parecen desconcertados. Creen que Ronald Reagan demostró que el Gobierno es el problema, no la solución. De modo que, ¿no estaba Clinton reviviendo el difunto “paleoliberalismo”? ¿Y no sabemos que la intervención gubernamental en los mercados tiene consecuencias indirectas terribles?

No, ni lo ha revivido ni sabemos tal cosa. De hecho, el discurso de Clinton reflejaba cambios importantes, sobradamente respaldados por pruebas, sobre lo que sabemos acerca de qué determina los salarios. Y una conclusión fundamental derivada de esos nuevos conocimientos es que las políticas públicas pueden ayudar mucho a los trabajadores, sin atraer la cólera de la mano invisible.

Antes, muchos economistas pensaban en el mercado laboral como algo muy similar al resto de los mercados, donde los precios de las distintas clases de trabajo —es decir, las tasas salariales — estaban plenamente determinados por la oferta y la demanda. Así que si los salarios de muchos trabajadores se han estancado o reducido, debe de ser porque la demanda de sus servicios se está reduciendo.

En concreto, la opinión general era que el aumento de la desigualdad se debía a los cambios tecnológicos, que estaban incrementando la demanda de trabajadores muy cualificados y devaluando el trabajo poco cualificado. Y no había mucho que las políticas pudieran hacer para modificar esa tendencia, aparte de ayudar a los trabajadores con salarios bajos mediante subvenciones como las deducciones sobre el impuesto de la renta.

Todavía escuchamos a distintos analistas que no se han puesto al día invocar esta historia como si fuese una verdad evidente. Pero el razonamiento de que el “cambio tecnológico condicionado por la cualificación” es la causa principal del estancamiento salarial se ha venido abajo en gran medida. En particular, un nivel elevado de formación no es ninguna garantía de unos ingresos más altos; por ejemplo, los sueldos de quienes acaban de licenciarse en la universidad, ajustados según la inflación, llevan 15 años sin subir ni bajar.

Mientras tanto, lo que sabemos acerca de la determinación de los salarios se ha visto transformado por una revolución intelectual —y no es ninguna exageración— propiciada por una serie de estudios notables sobre lo que sucede cuando un Gobierno modifica el salario mínimo.

Hace más de dos décadas, los economistas David Card y Alan Krueger se dieron cuenta de que cuando un estado concreto eleva el salario mínimo profesional, lleva a cabo un experimento práctico con el mercado laboral. Mejor aún, es un experimento que proporciona un grupo de control natural: los estados vecinos que no suben el salario mínimo. Card y Krueger aplicaron su descubrimiento al análisis de lo que sucedía en el sector de la comida rápida —donde los efectos del salario mínimo deberían ser más acusados— después de que Nueva Jersey incrementase el salario mínimo pero Pensilvania no lo hiciese.

Subir el sueldo mínimo no tiene por qué reducir la cantidad de puestos de trabajo
Antes del estudio de Card y Krueger, la mayoría de los economistas, yo incluido, daban por sentado que el aumento del salario mínimo tendría un claro efecto negativo sobre el empleo. Pero ellos descubrieron que, en todo caso, el efecto era positivo. Sus resultados se han confirmado posteriormente gracias a los datos de muchos episodios. No hay ninguna prueba de que el incremento del salario mínimo reduzca el número de puestos de trabajo, al menos cuando el punto de partida es tan bajo como el de Estados Unidos en la actualidad.

¿Cómo es esto posible? Hay varias respuestas, pero la más importante probablemente sea que el mercado laboral no es como el mercado de, por ejemplo, el trigo, porque los trabajadores son personas. Y como son personas, se obtienen beneficios importantes, incluso para el empresario, cuando se les paga más: tienen la moral más alta, cambian menos de trabajo y son más productivas. Estos beneficios compensan en gran medida el efecto directo del aumento del coste de la mano de obra, así que elevar el salario mínimo no tiene por qué reducir la cantidad de puestos de trabajo.

La conclusión más evidente de esta revolución intelectual es, lógicamente, que debemos aumentar el salario mínimo. Pero hay también otras inferencias más generales: si nos tomamos en serio lo que hemos aprendido de los estudios sobre el salario mínimo, nos daremos cuenta de que dicho salario no es importante solo para los trabajadores peor pagados.

Porque los empresarios siempre se enfrentan a los pros y contras de seguir una estrategia de sueldos bajos o de sueldos altos, por ejemplo, entre el modelo tradicional de Walmart (pagar tan poco como sea posible y aceptar que los trabajadores cambien muy a menudo y tengan baja la moral) y el modelo de Costco (sueldos y beneficios más altos que traen consigo una mano de obra más estable). Y hay muy buenos motivos para pensar que las políticas públicas pueden, de distintas formas — incluso facilitando que los trabajadores se organicen—, empujar a más empresas a optar por la estrategia de los buenos sueldos.

De modo que tras el discurso de Hillary había mucho más de lo que la mayoría de los analistas pensaban, según sospecho. Y para quienes intentan poner pegas señalando que parte de lo que ha dicho difiere de las ideas que imperaban cuando su marido era presidente, la cosa es que muchos progresistas han cambiado de opinión en respuesta a las nuevas pruebas empíricas. Es una experiencia interesante; los conservadores deberían probarla alguna vez.

Paul Krugman es premio Nobel de Economía de 2008.