La
disyuntiva histórica del Perú
Por Juan Solórzano Arévalo y Juan Solórzano Díaz
.-La disyuntiva histórica del Perú, se
inicia cuando sucede la caída de los estados imperiales de Huari y Tiahuanaco,
constituyéndose por primera vez, los estados reinos confederados regionales a
inicios del siglo XII D.C., habiendo tenido vigencia hasta la década de 1,430
al 1440 aproximadamente, fecha en que irrumpe el Tahuantinsuyo en forma
violenta y hegemónica conducido por el Inca Pachacutec para interrumpir el
proceso histórico de la civilización Pan peruana. Los pueblos etnias asentadas
en las diferentes regiones del antiguo Perú, formaron sus propias culturas,
gobiernos e identidades regionales, conjugando y condensando milenios de
experiencia en forma tenaz y creadora, hasta alcanzar un alto nivel en lo
científico, tecnológico, económico, social y artístico en concordancia a la
pluralidad de su espacio etno-político y en relación a sus sistemas ecológicos
tan continuos, los unos a otros. Lo que sirvió para coexistir pacíficamente,
políticamente y establecer forma de comercio en forma global e incrementando su
producción agropecuaria.
Se promovió el desarrollo de dos
sistemas económicos en forma paralelo, diametralmente opuestos que fueron: a)
El sistema colectivista o de propiedad comunal
en los pueblos o etnias asentadas en la sierra de los andes centrales y
meridionales en la parte sur del Perú, teniendo como ciudades principales,
Huari, Cuzco, Puquina entre otros, debido a su concepción lítica y b) El
sistema de intercambios recíprocos, en los pueblos o etnias asentadas en la
costa nor-centro y sierra de los andes septentrionales que corresponden a la
sierra norte del Perú; debido a una suerte de “democracia” que permitió la
práctica del comercio y la “libre empresa”, en los espacios económicos y territoriales establecidos por las ciudades
de Chan-Chan, como ciudad metrópoli, Chincha , Pochos, Lambayeque, Chachapoyas
(Kuelap) Caxamarca, entre otros, centralizados en plazas de mercados,
llamados también Cotus, cuya actividad
generaba una economía privada en base al comercio interior.
Este sistema de derecho consuetudinario
en la libre determinación de los pueblos que conformaron los estados y reinos
confederados en las diversas regiones del antiguo Perú, fue irrumpidos en el
tiempo y el espacio en forma rápida y violenta por la acción expansionista y hegemónica de un nuevo estado denominado
Tahuantinsuyo que significa centro de cuatro regiones o suyos, durante las
décadas de 1,430 a 1,440 D.C. El ejército Inca, invadió, conquistó y dominó los
territorios en los diversos estados y reinos confederados regionales, para
imponer un gobierno centralista,
dictatorial y redistributivo que alcanzó un desarrollo dentro de un tiempo y de
un espacio determinado, durante un siglo de dominación, pero que nunca ceso de
enfrentar continuas rebeliones de los pueblos o etnias anexadas en diferentes
lugares de sus dominios, reprimiendo violentamente cualquier brote de
liberación contra el sistema impuesto.
Durante la época de los Incas no se
crearon instituciones nuevas, no se tuvo nada nuevo que descubrir , ni
inventar, ni crear a lo que ya venía funcionando y conocían las sociedades que
conformaban los estados y reinos confederados regionales en la costa, sierra y
selva, desde centenares y milenios antes de la aparición de la etnia Inca en el
valle del Cusco; quienes desarrollaron otras facetas culturales típicas a su
psicología y necesidades militares de orden y dominio, para consolidar y
afianzar algunas veces en forma pacífica y otras violentas las subordinaciones
de los estados vecinos y a extender su imperio mediante la anexión de etnias o
nacionalidades extranjeras.
Acemoglu y Robinson (2012) sostienen que
esta expansión inca, fue posible porque se desarrolló un imperio políticamente
complejo que permitió el desarrollo de los pueblos que integraron los cuatros
suyos, a diferencia de los pueblos oriundos del norte y sur de América, que
incluye a los actuales Estados Unidos, Canadá, Argentina y Chile, que
carecieron de la tecnología y el sistema político que los llevara a un nivel
superior de desarrollo social y económico.
El poderoso centralismo español succionador,
se inicia después que terminó la
invasión española con Francisco Pizarro en 1,532, siendo las clases sociales
dominantes que se establecen en forma escalonada, durante el proceso de
afirmación y consolidación del estado colonial que impone un régimen feudal de
reyes y vasallos, junto con el poder absoluto, utilizando un sistema de control
político-administrativo totalmente centralista, jerarquizada y monopólica, con
el único propósito de dominar, controlar y regir la vida política, social,
cultural y económica de los pueblos indígenas regionales, que habían
pertenecido al Tahuantinsuyo, haciendo que el gobierno virreinal desarrolle una
política económica extractiva, utilizando el método fiscal, mediante el uso de
las encomiendas de tributos” para cambiar el padrón de la economía agraria de
los pueblos indígenas, imponiendo una producción de subsistencia para
satisfacer sus propias necesidades de autoconsumo, a su vez impone un nuevo
padrón de economía mercantilista y extractiva por los minerales preciosos,
extraídos de las minas de Potosí y Huancavelica (mercurio) para ser exportada
en lingotes de oro y plata rumbo a la metrópoli española, vía Lima-Cádiz, razón
por la cual se promovían y protegían al sector minero. Según Klaren (2004) el
proceso de encomienda si bien es cierto que implicaba procesos de negociación
fuertes y violentos entre encomenderos y caciques, de alguna manera ambos
conseguían ganancias con esta economía, lo cual iba generando una clase
empresarial, lo cual no fue bien visto por la metrópoli española que vio una
amenaza al fortalecimiento de una emergente élite local, incrementándose
sustancialmente los tributos a los indios y las cargas laborales para
satisfacer el boom minero, lo cual ocasiono que se fuera deteriorando mucho más
las relaciones de los españoles con los indígenas. Este acontecimiento
histórico es vital señalarlo, porque si se hubiese permitido evolucionar las
relaciones empresariales incipientes que se iban formando en la etapa de la
encomienda, tal vez muy temprano se hubiera forjado una economía productiva potente
en el virreinato.
Casi en la misma época de las
encomiendas, el proceso económico en las colonias inglesas de Norteamérica,
tuvo que seguir el proceso inverso al español, muy a pesar de la metrópoli
inglesa que aspiraba a copiar el modelo español. Y la razón por la que fue
diferente es porque los colonos no tuvieron a una gran población indígena que
trabajara para ellos, por lo que tuvieron las autoridades inglesas que crear
incentivos para que sean los colonos los que edificaran principalmente su nueva
sociedad ( Acemoglu y Robinson, 2012)
Estratégicamente el gobierno virreinal,
utilizó el folklore político para motivar e incentivar dentro de las
aspiraciones naturales y liberales de nuestras fuerzas sociales, la idea de
conceptuar que la ciudad de Lima, como capital del virreinato, tenía todo el
derecho y privilegio de ejercer una amplia hegemonía y dominio ante las demás
regiones del territorio virreinal.
Constituyendo la “ciudad de los reyes”
en sede militar, donde se concentró e instaló todo el poder político, económico
y social de la colonia, acuñándose la frase popular “Lima es el Perú”. Se
complementa a esta dinámica de organización, el sistema de puertos cerrados,
formulada por centralismo capitalino, presentando el puerto del Callao, como
puerto único y organizado de primera importancia en todo el litoral de la costa
virreinal, y en cuyas instalaciones se realizaba todo el comercio, usufructuado
por la burguesía limeña, en base al monopolio que ejercía la corona española
para las exportaciones de los minerales preciosos del oro y plata y las
importaciones de las mercaderías que llegaban desde la península ibérica a
finales del siglo XVIII.
Al producirse el “boom minero” en las
colonias españolas, se produjo una suerte de “enfermedad holandesa”, que
contribuyó a una menor demanda de la producción local, lo cual retrajo el
desarrollo económico de las colonias. Para Contreras (2010) en el siglo
dieciocho “No existían aún las ideas pesimistas que sobre este tipo de
crecimiento”, dado que la idea era que este crecimiento primario exportador,
generase una clase proveedora de insumos y servicios, proveniente de los
sectores de subsistencia, de tal manera que al largo plazo se modernizaría el
consumo del país. Habría que precisar que lo que había en esa época era un
mercado de esclavos y de prestaciones de servicios forzosos, en el marco de un
monopolio comercial estatal.
Este proceso generó un desarrollo
inorgánico, condicionando a regiones a su estancamiento y empobrecimiento,
debido a la deficiente aplicación de una política dispar que el gobierno
colonial sostenía, mediante un sistema ineficaz de producción y la mala
distribución de la riqueza nacional.
Esta concepción de desarrollo fue una
política de estado que no solo se aplicó al Virreynato del Perú, sino también
al de México, tal como se percibe del
Virrey de México, conde de Revillagigedo cuando le decía a su sucesor en estos
términos: “No debe perderse de vista que esto es una colonia que debe depender
de su matriz, la España,…lo cual cesaría en el momento en que no se necesitase
aquí de las manufacturas europeas y sus frutos” (Núñez, 1992)
El movimiento independentista en la
América hispana, se inicia cuando se produce la insurrección de Tupac Amaru II,
el 04 de Noviembre de 1,780, liderado por el curaca de Tungasuca, José Gabriel
Condorcanqui, quién pretendió hacer una suerte de concertación nacional entre
los sectores marginados de criollos, mestizos y las comunidades indígenas, con
la finalidad de organizar un nuevo estado-nación, para lo cual conformó una
junta de gobierno provisional, la misma que apertura un lapso de negociaciones
con los colonialistas para llegar a un entendimiento y constituir un gobierno más democrático y
popular, con el propósito de administrar una verdadera justicia y una economía
descentralizada “más equitativa entre pueblos regionales del territorio
virreinal, con las mismas atribuciones e igualdades, tanto para el indio como
para el español, respetando sus derechos como personas, sin distinciones ni
privilegios ante la ley y el estado. De igual manera Tupac Amaru II, solicitaba
un proceso de moralización en el fuero de las audiencias coloniales, con el
propósito de desterrar todos los vicios de la administración de justicia
cometidos por las autoridades judiciales en combinación con las clases sociales
dominantes, mediante el tráfico de coimas, abusos, injusticias y sobornos. Este
panorama descrito ya lo había percibido el español
capitán de navío Antonio de Ulloa, por lo que escribió un informe
confidencial sobre las prácticas corruptas de la administración virreinal
peruana, en los tiempos de Túpac Amaru II, por encargo del marques de la
Ensenada, primer secretario de Estado, del Rey Fernando VI, (Quiroz, 2013) lo
cual indicaba la preocupación de la Corona por lo que iba sucediendo en sus
colonias.