martes, 3 de junio de 2014

El inicio de la disyuntiva histórica del Perú

La disyuntiva histórica del Perú 
Por Juan Solórzano Arévalo y Juan Solórzano Díaz
.-La disyuntiva histórica del Perú, se inicia cuando sucede la caída de los estados imperiales de Huari y Tiahuanaco, constituyéndose por primera vez, los estados reinos confederados regionales a inicios del siglo XII D.C., habiendo tenido vigencia hasta la década de 1,430 al 1440 aproximadamente, fecha en que irrumpe el Tahuantinsuyo en forma violenta y hegemónica conducido por el Inca Pachacutec para interrumpir el proceso histórico de la civilización Pan peruana. Los pueblos etnias asentadas en las diferentes regiones del antiguo Perú, formaron sus propias culturas, gobiernos e identidades regionales, conjugando y condensando milenios de experiencia en forma tenaz y creadora, hasta alcanzar un alto nivel en lo científico, tecnológico, económico, social y artístico en concordancia a la pluralidad de su espacio etno-político y en relación a sus sistemas ecológicos tan continuos, los unos a otros. Lo que sirvió para coexistir pacíficamente, políticamente y establecer forma de comercio en forma global e incrementando su producción agropecuaria.
Se promovió el desarrollo de dos sistemas económicos en forma paralelo, diametralmente opuestos que fueron: a) El sistema colectivista o de propiedad comunal  en los pueblos o etnias asentadas en la sierra de los andes centrales y meridionales en la parte sur del Perú, teniendo como ciudades principales, Huari, Cuzco, Puquina entre otros, debido a su concepción lítica y b) El sistema de intercambios recíprocos, en los pueblos o etnias asentadas en la costa nor-centro y sierra de los andes septentrionales que corresponden a la sierra norte del Perú; debido a una suerte de “democracia” que permitió la práctica del comercio y la “libre empresa”,  en los espacios económicos  y territoriales establecidos por las ciudades de Chan-Chan, como ciudad metrópoli, Chincha , Pochos, Lambayeque, Chachapoyas (Kuelap) Caxamarca, entre otros, centralizados en plazas de mercados, llamados  también Cotus, cuya actividad generaba una economía privada en base al comercio  interior.
Este sistema de derecho consuetudinario en la libre determinación de los pueblos que conformaron los estados y reinos confederados en las diversas regiones del antiguo Perú, fue irrumpidos en el tiempo y el espacio en forma rápida y violenta por la acción expansionista  y hegemónica de un nuevo estado denominado Tahuantinsuyo que significa centro de cuatro regiones o suyos, durante las décadas de 1,430 a 1,440 D.C. El ejército Inca, invadió, conquistó y dominó los territorios en los diversos estados y reinos confederados regionales, para imponer  un gobierno centralista, dictatorial y redistributivo que alcanzó un desarrollo dentro de un tiempo y de un espacio determinado, durante un siglo de dominación, pero que nunca ceso de enfrentar continuas rebeliones de los pueblos o etnias anexadas en diferentes lugares de sus dominios, reprimiendo violentamente cualquier brote de liberación contra el sistema impuesto.
Durante la época de los Incas no se crearon instituciones nuevas, no se tuvo nada nuevo que descubrir , ni inventar, ni crear a lo que ya venía funcionando y conocían las sociedades que conformaban los estados y reinos confederados regionales en la costa, sierra y selva, desde centenares y milenios antes de la aparición de la etnia Inca en el valle del Cusco; quienes desarrollaron otras facetas culturales típicas a su psicología y necesidades militares de orden y dominio, para consolidar y afianzar algunas veces en forma pacífica y otras violentas las subordinaciones de los estados vecinos y a extender su imperio mediante la anexión de etnias o nacionalidades extranjeras.
Acemoglu y Robinson (2012) sostienen que esta expansión inca, fue posible porque se desarrolló un imperio políticamente complejo que permitió el desarrollo de los pueblos que integraron los cuatros suyos, a diferencia de los pueblos oriundos del norte y sur de América, que incluye a los actuales Estados Unidos, Canadá, Argentina y Chile, que carecieron de la tecnología y el sistema político que los llevara a un nivel superior de desarrollo social y económico.
El poderoso centralismo español succionador, se inicia  después que terminó la invasión española con Francisco Pizarro en 1,532, siendo las clases sociales dominantes que se establecen en forma escalonada, durante el proceso de afirmación y consolidación del estado colonial que impone un régimen feudal de reyes y vasallos, junto con el poder absoluto, utilizando un sistema de control político-administrativo totalmente centralista, jerarquizada y monopólica, con el único propósito de dominar, controlar y regir la vida política, social, cultural y económica de los pueblos indígenas regionales, que habían pertenecido al Tahuantinsuyo, haciendo que el gobierno virreinal desarrolle una política económica extractiva, utilizando el método fiscal, mediante el uso de las encomiendas de tributos” para cambiar el padrón de la economía agraria de los pueblos indígenas, imponiendo una producción de subsistencia para satisfacer sus propias necesidades de autoconsumo, a su vez impone un nuevo padrón de economía mercantilista y extractiva por los minerales preciosos, extraídos de las minas de Potosí y Huancavelica (mercurio) para ser exportada en lingotes de oro y plata rumbo a la metrópoli española, vía Lima-Cádiz, razón por la cual se promovían y protegían al sector minero. Según Klaren (2004) el proceso de encomienda si bien es cierto que implicaba procesos de negociación fuertes y violentos entre encomenderos y caciques, de alguna manera ambos conseguían ganancias con esta economía, lo cual iba generando una clase empresarial, lo cual no fue bien visto por la metrópoli española que vio una amenaza al fortalecimiento de una emergente élite local, incrementándose sustancialmente los tributos a los indios y las cargas laborales para satisfacer el boom minero, lo cual ocasiono que se fuera deteriorando mucho más las relaciones de los españoles con los indígenas. Este acontecimiento histórico es vital señalarlo, porque si se hubiese permitido evolucionar las relaciones empresariales incipientes que se iban formando en la etapa de la encomienda, tal vez muy temprano se hubiera forjado una economía productiva potente en el virreinato.
Casi en la misma época de las encomiendas, el proceso económico en las colonias inglesas de Norteamérica, tuvo que seguir el proceso inverso al español, muy a pesar de la metrópoli inglesa que aspiraba a copiar el modelo español. Y la razón por la que fue diferente es porque los colonos no tuvieron a una gran población indígena que trabajara para ellos, por lo que tuvieron las autoridades inglesas que crear incentivos para que sean los colonos los que edificaran principalmente su nueva sociedad ( Acemoglu y Robinson, 2012)
Estratégicamente el gobierno virreinal, utilizó el folklore político para motivar e incentivar dentro de las aspiraciones naturales y liberales de nuestras fuerzas sociales, la idea de conceptuar que la ciudad de Lima, como capital del virreinato, tenía todo el derecho y privilegio de ejercer una amplia hegemonía y dominio ante las demás regiones del territorio virreinal.
Constituyendo la “ciudad de los reyes” en sede militar, donde se concentró e instaló todo el poder político, económico y social de la colonia, acuñándose la frase popular “Lima es el Perú”. Se complementa a esta dinámica de organización, el sistema de puertos cerrados, formulada por centralismo capitalino, presentando el puerto del Callao, como puerto único y organizado de primera importancia en todo el litoral de la costa virreinal, y en cuyas instalaciones se realizaba todo el comercio, usufructuado por la burguesía limeña, en base al monopolio que ejercía la corona española para las exportaciones de los minerales preciosos del oro y plata y las importaciones de las mercaderías que llegaban desde la península ibérica a finales del siglo XVIII.
Al producirse el “boom minero” en las colonias españolas, se produjo una suerte de “enfermedad holandesa”, que contribuyó a una menor demanda de la producción local, lo cual retrajo el desarrollo económico de las colonias. Para Contreras (2010) en el siglo dieciocho “No existían aún las ideas pesimistas que sobre este tipo de crecimiento”, dado que la idea era que este crecimiento primario exportador, generase una clase proveedora de insumos y servicios, proveniente de los sectores de subsistencia, de tal manera que al largo plazo se modernizaría el consumo del país. Habría que precisar que lo que había en esa época era un mercado de esclavos y de prestaciones de servicios forzosos, en el marco de un monopolio comercial estatal.
Este proceso generó un desarrollo inorgánico, condicionando a regiones a su estancamiento y empobrecimiento, debido a la deficiente aplicación de una política dispar que el gobierno colonial sostenía, mediante un sistema ineficaz de producción y la mala distribución de la riqueza nacional.
Esta concepción de desarrollo fue una política de estado que no solo se aplicó al Virreynato del Perú, sino también al de México, tal como se percibe  del Virrey de México, conde de Revillagigedo cuando le decía a su sucesor en estos términos: “No debe perderse de vista que esto es una colonia que debe depender de su matriz, la España,…lo cual cesaría en el momento en que no se necesitase aquí de las manufacturas europeas y sus frutos” (Núñez, 1992)
El movimiento independentista en la América hispana, se inicia cuando se produce la insurrección de Tupac Amaru II, el 04 de Noviembre de 1,780, liderado por el curaca de Tungasuca, José Gabriel Condorcanqui, quién pretendió hacer una suerte de concertación nacional entre los sectores marginados de criollos, mestizos y las comunidades indígenas, con la finalidad de organizar un nuevo estado-nación, para lo cual conformó una junta de gobierno provisional, la misma que apertura un lapso de negociaciones con los colonialistas para llegar a un entendimiento y  constituir un gobierno más democrático y popular, con el propósito de administrar una verdadera justicia y una economía descentralizada “más equitativa entre pueblos regionales del territorio virreinal, con las mismas atribuciones e igualdades, tanto para el indio como para el español, respetando sus derechos como personas, sin distinciones ni privilegios ante la ley y el estado. De igual manera Tupac Amaru II, solicitaba un proceso de moralización en el fuero de las audiencias coloniales, con el propósito de desterrar todos los vicios de la administración de justicia cometidos por las autoridades judiciales en combinación con las clases sociales dominantes, mediante el tráfico de coimas, abusos, injusticias y sobornos. Este panorama descrito ya lo había percibido  el español  capitán de navío Antonio de Ulloa, por lo que escribió un informe confidencial sobre las prácticas corruptas de la administración virreinal peruana, en los tiempos de Túpac Amaru II, por encargo del marques de la Ensenada, primer secretario de Estado, del Rey Fernando VI, (Quiroz, 2013) lo cual indicaba la preocupación de la Corona por lo que iba sucediendo en sus colonias. 



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