Por Juan Solórzano Arévalo
Después de la independencia el patrón de
intervenciones del Estado en el desarrollo del país, ha ido variando, según su
capacidad institucional, ya sea para tratar asuntos relacionados a la venta de
guano, la agricultura, la minería y las artes. En este contexto el guano fue el
producto providencial que ayudo a generar ingresos económicos al país, después
de una serie de crisis económicas sucedidas post independencia. Sin embargo la
debilidad institucional del estado, los sobornos, privilegios y tratos turbios
terminaron por “frustrar el progreso socio-económico y político del Perú de
mediados del siglo XIX” según Quiroz (2013)
De hecho después de la independencia el
nuevo estado peruano ya venía arrastrando unas pésimas finanzas públicas,
producto de la ineptitud y carencia de principios de los jefes militares y los
caudillos locales que contribuyeron al saqueo de bienes públicos y privados y
de la pérdida de capacidad de pago del estado peruano, frente a sus
obligaciones y deudas contraídas. Este panorama descrito volvió a repetirse después
de la guerra del pacífico bajo el disfraz de la causa nacional. Aurelio
Denegrí, el primer ministro de Cáceres, afirmó en un diario local que sus
antecesores habían desviado fondos públicos como recompensa ganada por actos
patrióticos. Quiroz (2013)
Para 1911, la visión de Jerome a Grey
diplomático británico sobre la situación política del país no había cambiado
mucho, frente a la debilidad institucional y la cultura del soborno, descrito
anteriormente, él dijo: “El Perú se
encuentra actualmente en una de esas fases, tristemente bastante común en las
repúblicas hispanoamericanas, en la cual el gobierno central es débil, una
condición que permite a cualquier autoridad menor actuar de modo prepotente, lo
que puede llevar a las situaciones más infortunadas”
Acemoglu y Robinson en el análisis que
hacen del porque algunos países son ricos y otros pobres, comentan que no es la
ignorancia de los líderes lo que genera las disparidades de desarrollo entre
países, sino los límites institucionales a los que se enfrentan. Mientras que
para algunos es bueno fomentar políticas públicas eficaces y eficientes que
ayuden al crecimiento de un país, para otros es una buena política comprar el
apoyo de grupos o élites claves para mantenerse en el poder. Este último aspecto,
es sin duda alguna lo que vino primando en el primer siglo de vida del país.
En los años treinta, en América Latina,
se puso en boga el promover el Estado desarrollista, mediante las políticas de
sustitución de importaciones y el desarrollo de mercados internos. Los
funcionarios públicos establecieron subsidios a la producción nacional,
elevaron los aranceles a las importaciones y establecieron tipos de cambios
elevados, por citar los rasgos más importantes de esta política.
Posteriormente frente a la crisis del
Estado populista, también como una corriente ideológica externa y en el marco
del Consenso de Washington, se promovió por parte de las más altas autoridades
gubernamentales, políticas públicas relacionadas a la apertura de las economías
nacionales, la desregulaciones de los mercados, privatizaciones en serie y una
reducción de la intervención del aparato estatal a actividades mínimas en los sectores
productivos, haciéndose hincapié de que solo debería ocuparse de los sectores
de atención básica como la salud, la educación y el fomento del empleo, además
de garantizar la seguridad interna y externa del país.
De este periodo de reformas liberales,
si bien es cierto que el Perú fue uno de
los países que más impulso dio a las privatizaciones de los servicios públicos,
podemos indicar que también no fue ajeno a los procesos de renegociación de los
contratos de infraestructura en América Latina, donde la postergación de las
inversiones, incremento de tarifas, reducción en las obligaciones de inversión
e incremento de los costos de producción, respectivamente fueron los
principales tópicos recurrentes que las empresas transnacionales agendaron a
los gobiernos. Esta situación descrita fue posible porque al tener instituciones
públicas reguladores nuevas y débiles, muchas veces las normas regulatorias
eran muy inconsistentes.
Solo cuando la economía del país comenzó
a mejorar y las reguladoras fortalecidas, el poder de negociación con las
transnacionales mejoraron (Moussa, 2007).
Actualmente el estado peruano, está
transitando por las rutas económicas del neoliberalismo y por ende sus
intervenciones, apuntalan a seguir un modelo de economía abierta, donde su
acción regulatoria y promotora está presente
en las políticas públicas que se aplican. Sin embargo si nos atenemos a
seguir reproduciendo las trabas de desarrollo mencionadas anteriormente,
evidentemente estaremos manteniendo un esquema de desarrollo vulnerable y
desigual. Según El año 2013 la Región
Arequipa tuvo un “elevado crecimiento
económico, bastante mayor al promedio del país. Según el Índice Compuesto de
Actividad Económica (ICAE) del IPE.
Sin embargo diversos
estudios económicos sobre el tema, indican que solo ocho ciudades de la costa y
dos de la sierra, se ubican en las 10 ciudades más desarrolladas. Las ciudades
de la selva están rezagadas y aunque su desempeño económico no ha retrocedido
como en Cajamarca, su progreso económico
es muy lento. Por un lado hay mayores infraestructuras viales, servicios
públicos de salud, educación, etc., en estas ciudades de la costa y sierra, pero en general el
nivel de su economía regionales, son aún primarios y de una reducida innovación
tecnológica, lo cual apropiadamente podemos decir que estos lugares son polos
de desarrollo de nivel básico. Todo esto sucede porque aún persiste la
atomización de proyectos de inversión pública, por la carencia de proyectos de
impacto regional, no se cumplen a cabalidad los acuerdos y compromisos de los
procesos participativos, hay una falta de cultura de gestión, gobiernos regionales
no potenciados con personal técnico profesional aunado a la falta de
capacitación y entrenamiento en los diferentes sistemas administrativos y mercados
regionales y locales de bienes y servicios limitados.
Esto es importante precisarlo porque lo
que sucede como desarrollo económico y social en el país, esto se proyecta en
las relaciones económicas con los demás países del mundo.
El Perú ha firmado como 14 tratados de
libre comercios con países y bloques económicos y según el balance entre lo
exportado podemos decir que seguimos siendo productores primarios con un escaso
nivel de producción agregada. ¿Es sustentable y viable este actual modelo de
desarrollo?
Evidentemente cuando tenemos una
Colombia, Chile y México que integran la Alianza del Pacífico las asimetrías de
desarrollo saltan a la vista con respecto al Perú, porque precisamente el modo
como está siendo direccionado su modelo
de desarrollo, no ayuda mucho a ser un país más competitivo por lo menos a
nivel de este bloque regional. Hausmann y Klinger (2008) señalan en un trabajo
sobre exportaciones en Colombia, que “los países convergen hacia el nivel de
ingreso implícito en su canasta de exportaciones”, esto quiere decir que los
países con canastas de exportación poco sofisticadas, se quedarán rezagadas en
el desarrollo.
Nicholas Kaldor (1939) señalaba que una
política pública es deseable en tanto esta produzca compensaciones o no
empeoren la situación de los menos
desfavorecidos. Pero además agregaría que una política pública tiene que ayudar
a contribuir a mejorar la distribución de los recursos y generar oportunidades
entre los ciudadanos. Para que ello suceda tenemos que tener una clase política
y de funcionarios públicos, con capacidad técnica y de liderazgo que genere
políticas y toma de decisiones eficientes y eficaces que afine mejor el rol del
estado.
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