martes, 3 de junio de 2014

Industrialización y el uso de la tecnología

Por Juan Solórzano Arévalo
.-En paralelo al desarrollo del Perú, post independencia, la otrora influyente metrópoli española, durante todo el siglo XIX devino en decaimiento económico producto de un atrasado sistema de comunicaciones y de transporte, una agricultura atrasada, un escaso mercado interno,  un escaso mercado de capitales, instituciones políticas en lento proceso de reconversión y un lento crecimiento demográfico. La otra cara de la moneda era Inglaterra que avanzaba conjuntamente con Francia y Alemania hacia un proceso de expansión industrial, en el marco de una combinación de democracia y mercado libre, donde por ejemplo el derecho a la propiedad privada, se consagraba en normas jurídicas muy explicitadas.
En el resto de América Latina, principalmente de México, Brasil, Argentina y Chile, los procesos de industrialización se iniciaron muy temprano después de sus independencias, que ya para el año de 1890, estos países contaban con una industria de importante de bienes de consumo no durable, de insumos intermedios y de algunos casos de bienes de capital (Echevarria, 2005)
Sin embargo esta industrialización ha sido en cierta medida controlada por los países europeos hegemónicos de entonces, al apostar por que la inversión industrial se concentrará en la misma Europa, Estado Unidos y Canadá y a Latinoamérica llegará capitales para asegurar la provisión de materias primas. William Jacobs de la Foreign Office en un memorándum elaborado en 1806, gráfica muy bien el pensamiento político sobre esta política de inversiones, seguida por muchas décadas después, al decir: “Una influencia predominante en las provincias españolas de México, Nueva Granada, Perú, Chile, y Buenos Aires, sería la consecuencia más beneficiosa para Gran Bretaña, desde un punto de  vista político, comercial y naval [...] mediante la ampliación del consumo de nuestros productos fabricados, y el suministro hacia nosotros con muchas materias primas [...] dado el exceso se puede obtener (para los mercados de América Latina), estos diez millones de personas que se vestirían con los productos de nuestros telares, ya que sería más ventajoso para ellos  enviar su lana y su algodón a Inglaterra, y recibir de vuelta fabricado, que continuar su tejido de esos artículos”
Es curioso saber que ahora los países que detentan el poderío tecnológico, eran los países sub desarrollados de hace unos siglos, que hicieron suyo los inventos de los denominados países sub desarrollados de ahora y que al saber estos actuales países industrializados de la ventaja y superioridad que da el poseer conocimientos tecnológicos, hayan elaborado una serie de entramados legales y económicos para que países subdesarrollados, no puedan adquirir la tecnología necesaria para poder elevar las productividades de  sus economías. Por ejemplo, cuando “los Estados Unidos era un país en desarrollo relativamente joven se negó a respetar los derechos de propiedad intelectual internacionales con el argumento de que tenía derecho al libre acceso a obras extranjeras para avanzar su desarrollo social y económico” (Office of Technology Assessment 1986, 228.)
Hace unos años atrás en un estudio que hizo Patel, Surendra J, sobre un informe de la UNCTAD, referido al análisis de 7,500 contratos sobre transmisión de tecnología en países en desarrollo, concluyo que el grado de satisfacción tecnológica en la mayoría de estos contratos era relativamente baja, dado que lo que primaba era la tecnología de ensamblaje, mezcla o combinación de elementos importados. Ejemplo de ello en el país actualmente es el anuncio que en noviembre del 2013, hizo la compañía ucraniana de aviación Antonov, de abrir una planta de ensamblaje de aviones o del acuerdo firmado entre la Fuerza Aérea del Perú y Korea Aerospace Industries (KAI) de implementar un centro de ensamblaje de aviones KT-1P.


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