Por Juan Solórzano Arévalo
.-El verdadero inicio de la banca
peruana, comienza con la bonanza del guano, a través del cual se hicieron las
transacciones comerciales que muchas veces eran contrarios a los intereses del
país. Esto fue así porque “los sobornos
en los contratos públicos, particularmente los de las exportaciones de guano,
se dispararon en las décadas de 1840 y 1850, a medida que la renta guanera
crecía” (Quiroz, 2013). Los controles que supuestamente debía imponer el
Estado a la forma como debía trabajar un banco, en aquellos tiempos se
consideraba inadecuado, porque se pensaba que la relación banco-cliente era
solo un asunto privado. La guerra del Pacífico contribuyo a la crisis total
bancaria del país, por lo que su recuperación posteriormente fue lenta,
dirigiéndose a financiar exportaciones agrícolas de la costa norte y la costa
central.
A inicios del siglo XX, se crea los
Bancos de Reserva, hipotecario y agrícola, con el fin de dar al estado un
importante rol regulador y de fomento en el ámbito financiero, sin embargo esta
estructura financiera y aparato estatal, se vió afectada por las dificultades
económicas externas y fiscales en el periodo de 1927-1930. Sin embargo si
hacemos un balance del funcionamiento de estos bancos desde los años 30 al 50,
encontraremos que sus préstamos fueron a parar a los grandes negocios
azucareros y de algodón y se concentraron el 70% en Lima, 10% la costa norte y
7% Arequipa. Siendo el sur andino y la amazonia las zonas menos atendidas (Orrego,
2012) Esta situación 48 años después tampoco cambio, pues Lima Metropolitana
seguía concentrando cerca del 80% de las colocaciones y depósitos del sistema
bancario del país (Figueroa, 2001). Y en
el 2009 Lima-Callao concentraban el 86.8% del total de depósitos bancarios del
país (Palomino, 2013). Una de varias explicaciones a esta anomalía económica,
es que evidentemente al tener Lima, aún una gran concentración productiva y
comercial, las entidades financieras tenderán a hacer operaciones, donde puedan
tener mayores rentabilidades. Un último aspecto a observar es que actualmente
los medianos empresarios, pagan cuatro
veces más por sus créditos y el micro empresario seis veces más,
respectivamente que una corporación. Es lo que ha venido a llamarse el
“subsidio” crediticio de los pequeños y medianos a los grandes negocios. “Como el sector corporativo tiene la
posibilidad de “acudir al mercado de capital y vender bonos en vez de pedir
prestado”, los bancos están forzados a reducir sus tasas para atraer a los
grandes clientes. Esa concesión hace que las empresas financieras efectúen
“una especie de subsidio, subiendo las
tasas de interés de los pequeños clientes, que no tienen otra opción para
conseguir dinero”, y así mantener sus márgenes de ganancias” (Ortega, IDL Reporteros, 2011).
Este breve panorama nos indica que los bancos
mantienen una estructura oligopólica que limita la competencia y que están
conformes con mantener su rentabilidad, sin tener mayor necesidad de mejorar su
eficiencia y que el estado aún se mantiene débil para regular adecuadamente
esta situación que implica promover además promover un mercado de valores, que
sirva como fuente de financiación alternativa.
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